Y ENTONCES LLEGÓ ELLA

Posted on 15 enero, 2014

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La mujer que debía justificar su soltería

Y entonces llegó ella (2004) es una de esas películas que intenta ser moderna pero que al final… no. En otras palabras, encontramos mensajes positivos en ella pero al final su sustrato la delata.

Uno de esos mensajes positivos es el ahínco con el que se presenta la idea de no perder tiempo ni esfuerzo recordando (y fustigándonos) en asuntos que acaecieron en el pasado. Se utiliza, para ello, el personaje de Sandy Lyle, un actor que no puede avanzar ni en su vida ni en su profesión por estar siempre recordando su éxito, ya lejano, como protagonista en una película que alcanzó una fama que lleva años sin volver a aparecer. A través de la inclusión de este personaje, el protagonista, Reubben Feffer, aprende que debe pasar página respecto a su exmujer (quien le fue infiel durante su Luna de Miel) y empezar una nueva vida. Una nueva vida junto con Polly Prince (Jennifer Aniston).

Aquí encontramos ya el primer gran mensaje negativo de la película: pasar la vida junto con Polly Prince. Y es que ese mensaje buenísimo acerca de relativizar los momentos malos de la vida y poder dejarlos atrás para disfrutar  de nuestro día a día, que es, al fin y al cabo, nuestra vida y lo que, por ende, merece la pena, parece estar supeditado, una vez más, a tener pareja. Recuerda extremadamente a este genial artículo escrito por Coral Herrera Gómez acerca de la obsesión del mundo moderno de organizarse a través de la dualidad. Llama la atención como Reubben, tan sólo una semana después de su ruptura -por infidelidad- con su mujer, se encuentre óptimo para pasar página pero pasar página con el objetivo de estar con otra persona, tal y como él bien dice. Como si la superación de un mal momento en nuestra vida sentimental estuviese supeditada a tener, inmediatamente, otra pareja y no en la recuperación de uno/a mismo/a por uno/a mismo/a, de nuestro desarrollo como personas. Y es que el refranero popular ya nos indica esa obsesión de superar las rupturas sentimentales no con, por y para uno/a mismo/a sino a través de otra persona: una mancha de mora con otra verde se quita; un clavo quita otro clavo.

Esta concepción modernista del ser humano se deja entrever ya con la escena en la que su amigo le dice al protagonista, una vez sabe de la infidelidad de su exmujer, que eso le ha devuelto la libertad y Reubben, sin embargo, le contesta con un «pero yo no quiero eso, yo quiero estar casado». La opción de casarse puede ser igualmente válida al mismo nivel que la soltería pero de ahí a entender que la superación de una situación de desamor y/o depresión o tristeza pase por encontrar inmediatamente a alguien y no a través de su evolución como persona es inaceptable y triste de por sí. Por otra parte, la contraposición libertad/matrimonio es más que mala, difundiendo una idea de que el matrimonio no puede ser compatible con la libertad.

Éstas podrían ser las dos caras de la moneda en cuento al personaje masculino, Reubben: aprender a vivir el día a día y a dejar atrás el pasado -lo cual a su vez supone asumir riesgos- pero que este dejar atrás el pasado esté necesariamente ligado a la búsqueda de otro amor inmediatamente, siguiendo así las normas sociales de un Estado moderno que se basa no sólo en la familia tradicional sino en la dualidad como lo perfecto y deseado.

De la misma manera ocurre con la protagonista femenina, Polly Price, de quien encontramos dos caras de la misma moneda o dos aspectos: uno bueno y otro malo.

El aspecto positivo de Polly vendría a ser la construcción de un personaje femenino alejado del habitual. Así pues, Polly es una chica más que espontánea, que vive la vida sin una planificación o una planificación alejada de lo socialmente establecido como deseable (trabajo sin prestigio ni altamente remunerado, soltería, ninguna intención -planificada- de formar una familia), dicharachera, divertida, sin pudor ni concepción del ridículo y que trata con naturalidad escenas escatológicas¹ como que su cita use su baño para defecar y, encima, se atasque el inodoro. Aunque también es cierto que, para conseguir ese personaje alejado del tradicional o de lo tradicional, director y guionista caen en estereotipos de lo que vendría a ser «lo alternativo»: Polly viste «hippie», su habitación está decorada de la misma manera, come en restaurantes étnicos y baila salsa en un club «de cubanos».

De esta forma, aunque el personaje encarnado por Jennifer Aniston peque de estereotipado como «alternativo», es un buen personaje que se contrapone a los típicos y que, además, contradice la voluntad de Reubben de superar su ruptura sentimental y organizar su vida necesariamente a través de una relación sentimental. Así pues, Polly desde un momento se muestra insegura a la hora de proyectar su vida en pareja e incluso se muestra reacia a la palabra «novia».

Sin embargo, ¿realmente Y entonces llegó ella crea un personaje (Polly Price) que pone énfasis en la crítica de la sociedad dualista y que establece la opción de la soltería como opción válida e igual a la de tener pareja? La respuesta es no. Y la respuesta es no, no por el hecho de que Polly termine siendo la pareja de Reubben, lo cual de por sí no tendría por qué ser negativo, sino por el hecho de que el guión busca una justificación al hecho de que Polly no quiera formar una familia. Hacia finales de la película, en la escena en la que ambos se encuentran en el velero con el que han salido a navegar, Polly confiesa que su padre tenía una doble vida con una segunda familia. Así, finalmente, el personaje de Polly que encarnaba la opción de no querer familia y/o pareja estable como una opción perfectamente válida como la de tener familia y/o casarse (parece ser que el establecimiento de una unión entre dos personas aún queda supeditada a casarse) se desvanece: la única opción por la que Polly opta por este modo de vida es porque está traumatizada. De esta forma, se reafirma la posición de Reubben -desear estar casado- frente a la soltería dado que las personas que optan por lo segundo parece ser que es, necesariamente, por haber pasado por un trauma que les impide comprometerse.

Una vez más, la opción de no tener pareja o no querer familia se desliga del hecho de, simple y llanamente, quererlo así; por propia voluntad. Se dibuja, una vez más, que si quieres optar por ello (y más si eres mujer) es porque algo raro te pasa o te ha pasado.

Así pues, Y entonces llegó ella de moderna no tiene nada. O más bien, todo lo contrario: es de lo más moderna, dado que fue en el Estado Moderno donde nació la concepción de que lo realmente deseable es encontrar una persona con quien formar una vida dual, como bien indicaba Coral Herrera en el artículo antes linkado. Si examinamos bien nuestro alrededor podremos ver un sinfín de problemas en nuestra sociedad que han nacido como consecuencia de este pensamiento: hasta 2005 no se modificó la legislación española para poder divorciarse sin alegar causa. Es decir, hasta ese año si querías divorciarte de alguien no solamente obligatoriamente primero tenías que pasar por la figura legal/situación de separación sino que, además, debías alegar unas causas relacionadas con las tasadas. No se podía entender que una persona se quisiese divorciar de otra sin alegar unas causas porque la concepción moderna de nuestras vidas establece como deseo u objetivo el estar, justamente, con otra persona. ¿Cómo ibas a divorciarte sin alegar una causa con un buen justificante? De la misma forma ocurre con la ley del aborto, queriéndola supeditar a unas causas y no por el simple hecho de no querer tener hijos. Si el Estado Moderno está supeditado a la concepción de desarrollarnos en dualidades y la mejor plasmación de esa voluntad dual es a través de tener hijos/as con tu dual/tu pareja, ¿cómo no vas a tener que alegar una causa para no querer engendrar? ¿Cómo va a valer, «tan sólo», que no quieres tener hijas/os y punto?

Todo aquello que salga de la normalidad moderna (muchas veces plasmada a través, incluso, de la normatividad) supeditada a la necesidad de un/una dual va a tener que ser justificado y, por eso, Polly, aunque se muestre autónoma y con una voluntad desafiante de no querer formar familia va a tener que estar justificada con lo de siempre: «pobre chica, es que está traumatizada».

¹ La reiteración de escenas de este tipo, como cuando él suda hasta lo que el público ha tildado de desagradable (en la mayoría de críticas en foros viene comentado de esta forma), e incluso de escenas que rozan lo socialmente caracterizado como patético como el baile de Reubben en la sala de salsa, dan la sensación de la voluntad del director y guionista de alejarse del aire cosmopolita de las películas tradicionalmente románticas, las cuales, a pesar de encontrarnos con escenas cómicas, suelen alejarse de elementos como los nombrados por parecer demasiado vulgares. De hecho, en otras críticas vemos palabras como éstas:

El planteamiento es poco original y los gags son prolongados hasta perder su eficacia (…) Esta comedia romántica carece de romanticismo (…) una costosa producción, pero a una comedia se le pide algo más que buena fotografía o vistosos decorados. Francisco Marinero: Diario El Mundo
Información Película estrenada el 2004, 90 min., EEUU
Géneros ComediaRomance
Idiomas Inglés
Directores John Hamburg
Guionistas John Hamburg
Productores Anders Bard, Jane Bartelme, Danny DeVito, Louis G. Friedman, Daniel S. Levine, Michael Shamberg, Stacey Sher
Posted in: Amor